EUROPA
PRESS
23 noviembre
2021
La
actividad física, ¿motor de una vida más larga?
Un equipo de biólogos evolutivos e
investigadores biomédicos de la Universidad de Harvard, en Estados Unidos, ha
realizado un estudio, publicado en la revista 'PNAS', que presenta pruebas
evolutivas y biomédicas que demuestran que los humanos, que evolucionaron para
vivir muchas décadas después de dejar de reproducirse, también evolucionaron
para ser relativamente activos en sus últimos años.
Los investigadores afirman que la actividad física en edades
avanzadas desvía la energía de los procesos que pueden comprometer la salud y
la dirige hacia los mecanismos del cuerpo que la prolongan. Su hipótesis es que
los seres humanos evolucionaron para mantenerse físicamente activos a medida
que envejecen y, al hacerlo, asignar energía a procesos fisiológicos que ralentizan
el deterioro gradual del cuerpo con el paso de los años. Esto protege contra
enfermedades crónicas como las cardiovasculares, la diabetes de tipo 2 e
incluso algunos cánceres.
"En las sociedades occidentales está muy extendida la
idea de que, a medida que envejecemos, es normal bajar el ritmo, hacer menos
cosas y retirarse, comenta el biólogo evolutivo de Harvard Daniel E. Lieberman,
autor principal del artículo. Nuestro mensaje es el contrario: A medida que
envejecemos, es aún más importante mantenerse físicamente activo".
El equipo de investigación, que incluye a Aaron Baggish e I-Min Lee, de la Facultad de Medicina de Harvard,
cree que el trabajo es la primera explicación evolutiva detallada de por qué la
falta de actividad física a medida que los humanos envejecen aumenta el riesgo
de enfermedades y reduce la longevidad.
El estudio utiliza a los primos simios de los humanos como
punto de partida. Los investigadores señalan que los simios, que suelen vivir
sólo entre 35 y 40 años en la naturaleza y rara vez sobreviven más allá de la
menopausia, son considerablemente menos activos que la mayoría de los humanos,
lo que sugiere que en la evolución humana hubo selección no sólo para vivir más
tiempo, sino también para ser más activos físicamente.
"Evolucionamos básicamente a partir de adictos al sofá
y el televisor", dice Lieberman, que ha observado en dos ocasiones a
chimpancés salvajes en Tanzania y se ha sorprendido de la cantidad de tiempo
que pasan al día "sentados sobre sus culos, haciendo la digestión".
Esto es especialmente sorprendente cuando se compara con los
cazadores-recolectores actuales, que realizan una media de 135 minutos de
actividad física moderada o vigorosa al día. Ese nivel de movimiento, entre
seis y diez veces más que el promedio de los estadounidenses puede ser una de
las claves de por qué los cazadores-recolectores que sobreviven a la infancia
tienden a vivir unas siete décadas, aproximadamente 20 años después de la edad
en la que los humanos suelen dejar de tener hijos.
Las pruebas fósiles también indican que esta prolongación de
la vida era habitual hace 40.000 años, en contra de la creencia de que la vida
humana era corta hasta hace poco.
El equipo subraya que el principal beneficio para la salud
de la actividad física es la prolongación de la esperanza de vida humana, que
se define como los años de vida que se pasan con buena salud.
Los investigadores examinaron dos vías por las que la actividad
física a lo largo de la vida reasigna la energía para mejorar la salud. La primera
consiste en alejar el exceso de energía de mecanismos potencialmente
perjudiciales, como el almacenamiento de grasa.
El equipo también identificó cómo la actividad física asigna
la energía a los procesos de reparación y mantenimiento. El trabajo demuestra
que, además de quemar calorías, la actividad física es fisiológicamente
estresante y provoca daños en el organismo a nivel molecular, celular y
tisular. Sin embargo, la respuesta del cuerpo a este daño es esencialmente
reconstruirse más fuerte.
Esto incluye la reparación de desgarros en las fibras
musculares, la reparación de daños en el cartílago y la curación de
microfracturas. La respuesta también provoca la liberación de antioxidantes y
antiinflamatorios relacionados con el ejercicio, y mejora el flujo sanguíneo.
En ausencia de actividad física, estas respuestas se activan menos. Se ha
demostrado que los procesos de reparación celular y del ADN reducen el riesgo
de diabetes, obesidad, cáncer, osteoporosis, Alzheimer y depresión.
"El punto clave a tener en cuenta es que, dado que
evolucionamos para ser activos durante toda nuestra vida, nuestros cuerpos
necesitan actividad física para envejecer bien. En el pasado, la actividad
física diaria era necesaria para sobrevivir, pero hoy tenemos que elegir hacer
ejercicio, es decir, realizar actividad física voluntaria por el bien de la
salud y la forma física", explica Lieberman.
El equipo de investigación, que incluye a los estudiantes de
posgrado Timothy Kistner y Daniel Richard, espera que
el estudio haga que este mensaje sea más difícil de ignorar ahora que los
niveles de actividad física han disminuido en todo el mundo a medida que las
máquinas y la tecnología sustituyen al trabajo humano. Un estudio reciente del
laboratorio de Lieberman demostró que los estadounidenses realizan menos
actividad física que hace 200 años.
"La clave es hacer algo, y tratar de que sea agradable
para seguir haciéndolo, recomienda Lieberman. La buena noticia es que no es
necesario ser tan activo como un cazador-recolector. Incluso pequeñas
cantidades de actividad física -sólo 10 o 20 minutos al día- reducen
sustancialmente el riesgo de mortalidad".